Perdonar es complicado, principalmente por que rápidamente nos ocultamos a nosotros mismos que hemos fallado muchas veces y la consecuencia más inmediata de ello es que no somos capaces de empatizar con quienes en algún momento nos ha herido. Desde luego es mucho más difícil perdonar a quienes amamos pues, de forma errónea, esperamos que no hagan nada que pueda dañarnos.
El estrecho margen existente entre la necesidad y la querencia podemos llegar a visualizarlo cuando nos daña alguna persona muy cercana y de esta forma descubrimos un nuevo mundo en el que el dolor, generado por el engaño, la traición, o cualquier otra de las armas que nos provocan heridas, se convierte en experiencia y esta en aprendizaje. Esta natural evolución puede verse frenada cuando el rencor, ese espantoso y martirizante sentimiento, hace su aparición entre nuestros pensamientos, cegándonos e impidiendo que recordemos que cada día debe ser el más importante de nuestras vidas.
Todo se alcanza de forma gradual, también el olvido…
El estrecho margen existente entre la necesidad y la querencia podemos llegar a visualizarlo cuando nos daña alguna persona muy cercana y de esta forma descubrimos un nuevo mundo en el que el dolor, generado por el engaño, la traición, o cualquier otra de las armas que nos provocan heridas, se convierte en experiencia y esta en aprendizaje. Esta natural evolución puede verse frenada cuando el rencor, ese espantoso y martirizante sentimiento, hace su aparición entre nuestros pensamientos, cegándonos e impidiendo que recordemos que cada día debe ser el más importante de nuestras vidas.
Todo se alcanza de forma gradual, también el olvido…
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