Guerras, conflictos, violaciones de los derechos humanos, odio entre comunidades diversas, desigualdad, discriminación,… tienen orígenes variables, aunque en todos existe un factor común que es el miedo a lo desconocido. Podríamos analizar cualquier conflicto sucedido durante el pasado siglo, e incluso los más recientes, y descubriríamos que la propaganda empleada para concitar el odio se ha fundamentado en la difusión de prejuicios que generaban miedo en la población.
El temor evoluciona adoptando múltiples formas como pueden ser las amenazas, los crímenes, las injurias o los argumentos banales con los que humillar y deshumanizar a otras personas. Ejemplos de todas estas herramientas con las que “resolvemos” nuestros miedos sobran, podemos mencionar las agresiones en los centros educativos, los crímenes de odio contra grupos diversos o las declaraciones de los representantes de ciertas pandillas contra los derechos de colectivos concretos.
Existen muchas estrategias puestas en marcha para corregir todos los factores mencionados anteriormente, de todas ellas la más destacada es la educación, asunto en el que mucho resta por realizar. El esfuerzo educativo debe ser intenso, debemos aplicarnos todo lo que podamos y sobre todo en lo referente a la educación de las niñas pues educando a un niño educamos a este, por el contrario educando a una niña educamos a esta y ello repercute en todo su entorno personal y familiar. El cambio es posible y con la cooperación de las mujeres se agilizará mucho ya que son el germen de los movimientos más importantes en la historia de la humanidad.
En la lucha por el cambio hacia una sociedad más equitativa podemos caer en el desánimo, principalmente porque los acuerdos que determinan el futuro de las personas se adoptan en los grandes despachos desde donde no se escuchan las voces que penetran por las cristaleras desde las calles. A pesar de esto debemos ser optimistas y pensar que el futuro continúa siendo una responsabilidad colectiva y que otro mundo es posible siempre que estemos en disposición de actuar.
Un par de datos para concluir:
Mil millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza en el mundo.
Ochenta y cinco millones de personas han muerto en los diferentes conflictos sucedidos desde 1950.
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