martes, 11 de marzo de 2008

¡Buenas noches y muy buena suerte!.

Una vez superado el periodo electoral y a la vista de los resultados que cada cual ha conseguido, las fuerzas políticas comienzan sus negociaciones y el reordenamiento de sus filas. La histeria, el entusiasmo, el optimismo, el pesimismo y la locura inundan las sedes de los partidos y muchos de sus líderes se aferran al sillón. Ha llegado la hora de esconder los errores bajo de la mesa, de ocultar las faltas y de realizar una lectura revisada de los resultados obtenidos.

Resulta tópico pero se ha vuelto a cumplir la famosa máxima de que “tras las elecciones todos ganan”. Los resultados se leen desde todas las perspectivas, incluyendo la que afirma que quién ha obtenido un mayor número de votos ha perdido y que quienes en realidad han obtenido un número de votos inferior han sido los legítimos vencedores. Bueno, de las sucesivas revisiones de los resultados se pueden obtener visiones que agraden a todos los públicos y de esta forma parece posible que nadie perciba la decepción asociada a la derrota.

En esta ocasión, los grupos políticos que han reconocido una clara derrota han sido aquellos que han perdido su representación política o que la han visto reducida en al menos un cincuenta por ciento. En estos casos han culpado del descalabro a la ley electoral, que no me considero capacitado para cuestionar, la cual presupuestamente trata de no perjudicar a las minorías.

Tal y como había dicho antes, la locura se ha instalado entre nuestra clase política, al menos ese es el caso de una parte de la misma. Cuatro años han de transcurrir en los que nuestro país se enfrentará a retos previsibles e inesperados, que la suerte nos acompañe y que los “ajustes” de los grupos políticos no perjudiquen la vida pública al servicio de la que deben encontrarse.

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