martes, 11 de noviembre de 2008

La megamáquina...


Interrumpo mi lectura para regrasar al mundo, no se debe a que lo que estoy leyendo sea ciencia ficción sino a que conviene observar la realidad desde dentro para continuar el estudio. A lo largo de los pasados días han recorrido mi mente muchas ideas, la que posiblemente mayor relevancia ha adquirido es la fortuna que supone continuar adelante y tratar de avanzar, un claro ejemplo han sido la noche del pasado Sábado y cualquier otro de los días compartidos con las personas que pueblan mi existencia ( o yo la suya, según se mire).

Obama ha resultado vencedor de las elecciones americanas, nos hemos olvidado de la reina (algunos incluso dicen que los gays ya no tenemos reina...), la crisis económica continúa, y una larga lista de hechos en los que nos vemos envueltos y cuya repercusión sobre nuestras vidas, aunque no sobre la economía en la que vivimos inmersos, resulta prácticamente nula constituyendo un mero asunto de debate o conversación. A nivel individual y dentro de los grupos en los que nos relacionamos es muy posible que todos estos asuntos condicionen nuestro nivel de vida o la afinidad que podamos sentir por unos u otros entes pero el resto de los componentes de nuestra existencia continúan igual o mejor (GAM ZU LE TOVA).


Si existe algo que nos ayuda a crecer tiene que ser la combinación de nuestro instinto de supervivencia junto con la "admiración" o, mejor dicho, el AMOR de quienes nos rodean y nos tienen por compañeros de existencia. Este último elemento alimenta nuestra soberbia, que ya lo dice Kohelet: "Vanidad de vanidades, dice Kohelet. Vanidad de vanidades, todo es vanidad". Es posible que quien piense lo contrario se engañe a sí mismo, o tal vez no, pero lo cierto es que nos envanecemos cuando alguien nos muestra su aprecio y no resulta demasiado sencillo luchar contra ello pero se puede ... y una vez apartado el fango vemos lo que realmente significa que otras personas nos estimen y el gran valor que ello posee.

Salir de nuestros papeles dentro de la megamáquina, tomar distancia, trabajar nuestros afectos y disfrutarlos en todas sus dimensiones es un trabajo tan dulce como amargo pero con los mejores frutos que se pueden obtener.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y que necesario salir de la megamáquina. Tanto, que a veces deberíamos llevar una alarma que tocara a diana de vez en cuando y nos recordara: eh, que ya toca salir, venga.